V De Vendetta


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Alegato en pro del poder del pueblo y su levantamiento contra los gobiernos autoritarios, V de Vendetta tiene todos los visos para convertirse en filme de culto. 1984, de George Orwell, Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, y en un tono más relajado, El show de Truman y El club de la lucha –que beben de ellas a su manera-, constituyen sus referentes. Otra de las patas de este filme tiene su origen en los retratos bélicos de opresores y oprimidos ambientados en la ocupación nazi durante la II Guerra Mundial o las fuerzas rebeldes de algunos títulos de ciencia ficción. Y no olvidamos el valor simbólico de nombres como el de Evey (la Eva bíblica) y grafías: "V" de venganza, de valor, de victoria... También "5" en números romanos y la Quinta Sinfonía de Beethoven que tanto gusta al enmascarado.

Política y poética a partes iguales acentúan los ideales de una revolución hechos públicos a golpe de atentado contra los edificios representativos de un Londres gobernado con mano más dura que la de "la dama de hierro". El planteamiento nos lleva hasta un acertado punto de no retorno del que salen con soltura los hermanos Andy y Larry Wachowski.


La emoción carente en el cómic se traslada al audiovisual mediante inteligentes secuencias que contrarrestan los efectos que provocan tanta violencia y oscuridad: un asesinato puede ser bello, al igual que un relato desgarrador de tortura puede ser narrado de manera cálida. Lo que ya no es tan bonito es el miedo que se inyecta en las sociedades occidentales que más allá de propugnar un estado fascista, fomenta una política del terror desde el miedo a lo desconocido, una estrategia que tan bien le funciona a algunos gobiernos de EE.UU. y a ciertos países soberanos de nuestra vieja Europa.

Quienes critican de manera negativa la película, ahondando en el uso desmesurado de la violencia para combatir una dictadura, deben saber que ya lo han hecho otros héroes. Aún así, esta es una historia acerca de ideales y no sobre personajes concretos a partir del enfrentamiento a unos miedos que paralizan toda capacidad de reacción. Aprender de la experiencia de los otros es otro de los mensajes latentes: el ejemplo a seguir es el enmascarado V, victima y villano que, sin ser el personaje central, condiciona la marcha del relato, condicionado por el desarrollo de otros dos ejes clave, el inspector Finch (Stephen Rea) y la joven Evey (Natalie Portman). Ambos realizan una honrosa interpretación que les lleva a su peculiar redención, al igual que Hugo Weaving (Matrix, El señor de los anillos), que dota a su criatura de una expresividad asombrosa a pesar de la máscara que le oculta el rostro, dándole consistencia propia.

En esta ocasión el fin justifica los medios, derribar símbolos para que no se empleen los miedos de las personas como mecanismos de control. Es hora de rebelarse contra la sumisión silenciosa y obediente y ponerse a favor de la idea que resume esta gran e intensa película (y más en los tiempos que corren): los gobiernos deberían temer al pueblo y no al revés. Por si aún lo dudan, debe ser vista. Para su protección.

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